Antítesis 7
La brisa marina soplaba con calma, el olor a salitre se extendía por toda la costa y los graznidos de las gaviotas se escuchaban de un lado a otro de la playa. Las dos hermanas permanecían sentadas en la arena, con la vista fija en el ir y venir de las olas, inmersas en sus pensamientos.
- Sabes que no me gusta atarme, Mist.
- A mí tampoco Shade, pero no quiero estar sola.
- Bueno, sola tampoco se está tan mal.
Shade giró la cabeza hacia Mist, al hacerlo vio cómo de los ojos de su hermana pequeña estaban anegados en lágrimas.
- Tengo miedo - respondió la pequeña justo antes de abalanzarse a los brazos de su compañera.
- ¿De qué?
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