Memorias de un sueño interrumpido 24. Grita el alma dormida de un corazón ya muerto

Miró su imagen reflejada en el espejo una vez más antes de introducirse en la bañera.
Una vez lo hizo dejó que el calor del agua la inundase poco a poco, como si así fuese a conseguir que su corazón latiera de nuevo; pero sabía que eso era imposible, pues llevaba muerto demasiado tiempo.
Permaneció unos minutos así, envuelta en el silencio del baño, rodeada por el vapor, con los ojos cerrados, intentando olvidar que su vida era una mierda. Una vez más, su intento fue fallido.
Suspiró con resignación y sacó su brazo derecho del agua para coger el cuchillo que reposaba sobre el lavabo.
Miró con atención la hoja afilada y con lentitud sacó su otro brazo del agua. Cerró los ojos y suspiró una vez más antes de introducir la daga produciendo un corte no demasiado profundo, pero que bastaría para cumplir su propósito.
Hizo la misma operación con el otro brazo, para después dejarlos caer a ambos; uno a cada lado de su cuerpo que, roto por el dolor y la angustia, había dado de lado a los gritos ahogados de un alma que desde lo más profundo de su cuerpo pedía ayuda y consuelo. Un alma que había permanecido dormida mucho tiempo pero que ahora quería renacer y sentir de nuevo.
Pero ya era tarde, Brenda descansaba ausente, dejando que la sangre tornara el agua de un tono rojizo para poco a poco marchitarse dejando paso al frío en su cuerpo y con él, la llegada de la muerte.


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