Memorias de un sueño interrumpido 8

Los rayos de sol se colaban entre las copas de los árboles, iluminando el claro y reflejando su luz en el agua tibia y cristalina.
Alexandra dio un paso al frente y se adentró en el claro. El suave aroma de las flores la invadió, el cantar de los pájaros llegó a sus oídos y un millón de recuerdos renacieron en su memoria.
Se veía a sí misma ahí, corriendo por entre los árboles, cantando junto a los pájaros, riendo a la par que jugaba... Había pasado tanto tiempo... Ahora ya no era una niña pequeña, ya no podía despreocuparse como lo hacía entonces, no podía correr persiguiendo la brisa, tampoco bañarse en el pequeño arroyo y mucho menos ponerse a jugar con los animales; pero entonces cerró los ojos y se dejo llevar.
Escuchó a su niña interior, aquella que había tenido que reprimir todos sus impulsos infantiles (salvo en aquel rincón del bosque), aquella a la que le arrebataron su infancia y con ella su inocencia y su ilusión. Respiró profundamente y comenzó a girar sobre sí misma.
Una vuelta... dos... tres... Y de repente se olvidó. Se olvidó de todo el daño que la causaron, de todas las lágrimas que derramó, de que ya no era una niña y entonces... renació. Disfrutó cual niña pequeña en su mundo de fantasía y sueños, rió, cantó, corrió, jugó, se bañó... Hizo todo lo que tuvo que dejar de hacer por tener que madurar antes de tiempo...
Volvió a ser la niña que no pudo ser...


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