Memorias de un sueño interrumpido 31.

Y entonces ya no hicieron falta palabras. Ya no me preocupé de tus deseos ni te tus quejas. Ya no te dí la importancia que un día tuviste.
Me perdiste el día en que quisiste aprisionarme para siempre, nunca entendiste que yo no era dueña de nadie, que siempre me gustó volar, ir a mi aire. Nunca comprendiste que te quise a mi manera (y no sabes cuanto) aunque esa manera no fuese la adecuada. Pero ya te avisé de que yo no estaba hecha para amar, que nunca supe hacerlo y, posiblemente nunca lo haré.
Y como no quisiste comprenderlo, me marché.


Comentarios