Memorias de un sueño interrumpido 32. Al final acabaste por destruirme, como todos los demás

Tan sólo una mirada conseguía hacer que mi mundo se estremeciera y una palabra tuya bastaba para ilusionarme o destruirme.
Tan sólo tu sonrisa era capaz de helarme la sangre y tu voz capaz de envelesarme lo sufiente como para hacer conmigo lo que querías; puesto que ya no era dueña de mí.
Tan sólo tus brazos pudieron aprisionarme cortándome las alas, tan sólo tus pies pudieron seguir mis huellas que, ilusas de ellas, intentaron escapar a tus encantos.
Tan sólo tú pudiste enjaular mi corazón, ahora podrido y marchito, triste y solitario. Tan sólo tú conseguiste hundirme en la más profunda desesperación... Te lo dí todo y tu todo lo destruiste. Me destruiste por completo, dejando tras de ti dolor y angustia. Una cuerpo perdido y un alma errante.
Alguien que busca consuelo en bocas ajenas y placer en otros cuerpos. Un corazón vacío e insensible, incapaz de volver a amar.


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