Memorias de un sueño interrumpido 37. Ese crash que delata que por dentro estás más muerta que viva

Y entonces una vez más oyes ese sonido. Un pequeño "crash" apenas audible pero aún así perceptible; como si millones de cristales se hubieran precipitado contra el suelo rompiéndose en mil pedazos.
De nuevo te rompes. Otra vez las voces de la gente enmudecen y los aullidos del mundo se apagan. Y en medio de todo ese caos estás tú; gritando en silencio, con lágrimas en los ojos que te niegas con todas tus fuerzas a que salgan, con las súplicas aprisionadas por los brazos del orgullo, los pensamientos enjaulados por el miedo, con tu cuerpo enterrado en la oscuridad, tu mente a miles de Km de allí intentando en vano ser libre pero atada a los recuerdos que jamás la abandonan...
Otra vez ese sonido que viene seguido de ese dolor agudo en el pecho, un dolor que nada ni nadie puede aliviar. Porque un corazón roto no se puede reparar, son demasiadas heridas que (quieras o no) acabarán por abrirse de nuevo.
Y entonces es cuando lo encierras en una jaula, echas el cerrojo y arrojas la llave al lugar más profundo de la tierra, con la esperanza de que nadie la encuentre; para después rodear la jaula con espinas afiladas dispuestas a herir a quien se acerque con su eterna frialdad.
Puede que algún pobre diablo intente acercarse pero tú no quieres recibir a nadie y tan solo te queda ver cómo tu corazón y el visitante se rompen aún más en el proceso con un CRASH.


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