Aviones de papel, barcos de vapor 7. No te dejaré caer

Jamás entendió cómo se había dejado convencer para hacer algo así pero allí estaba, subido en la zona más alta de la isla, sosteniendo un aladelta y preparándose para precipitarse contra mar.
- ¿Nervioso? - le dijo ella con su sonrisa pícara de siempre.
Él la miró a los ojos (esos ojos que le volvían loco) e intentó decir algo pero no pudo. Se limitó a bajar la mirada hacia sus pies y tragar saliva sin atraverse a mirar más abajo, hacia el suelo con el que estaba seguro se estamparía.
Ella, notando su nerviosismo, le cogió de la barbilla para que la mirara y le dijo - Tranquilo, no te dejaré caer.
Entonces se agarró del aladelta e impulsó también al chico que se agarró con más fuerza a la barra cerrando de paso los ojos, pues tenía un miedo atroz a las alturas.
Para cuando acabaron el trayecto, él estaba hecho un flan y ella no paraba de gritar lo emocionante que había sido.
- Me debes una muy grande después de esto -  dijo algo mareado y sentándose en la arena de la playa.
- ¿Crees que con esto saldaré la deuda?
- ¿Con qué...?
No había acabado la frase cuando ella ya le estaba besando, entonces ambos sintieron que volaban y él por primera vez no pensó en lo mucho que le asustaban las alturas (ni tampoco en lo grande que sería la caida después, una vez todo acabase).


Comentarios