Aviones de papel, barcos de vapor 2. El día en que se conocieron...

... el frío se metía en las entrañas, y es que los copos de nieve (traviesos y juguetones) no hacían mas que meterse por entre los abrigos y las bufandas buscando un poco de calor.

Pintor Pianista (harto de esquivar copos) entró a refugiarse en un bar que había junto a un parque. Se sentó en la barra y pidió un café bien cargado y caliente, no soportaba el frío.
Una vez hubo entrado en calor sacó su viejo cuaderno y un lápiz, tan sólo le faltaba alguien a quien pintar; cosa que encontró pronto al posar sus ojos en la ventana...

Al caer el primer copo, escritora cogió su cuaderno y su pluma y se dispuso a salir a calle, no sin antes coger un termo con leche con cola-cao (no soportaba el café). No había nada que la inspirase más que escribir bajo la nieve o (en su defecto) una tarde lluvia.
Paseó por entre las nevadas calles hasta dar con un parque, y se sentó en el banco en que siempre escribía y pasó un largo rato allí, sumergida en sus pensamientos, plasmándolos en el papel, dejando que las historias que tanto la gustaba inventar fluyeran a través de esas letras.

... rápidamente cogió su lápiz y empezó a trazar garabatos sobre el papel hasta dar lugar a un dibujo de una mujer escribiendo en un banco mientras la nieve caía sobre ella. Miró el dibujo y luego a la que pronto sería su musa y después empezó a tararear una melodía (de esas que le gustaba inventar para poner banda sonora a sus dibujos).
Poco después, tras apuntar unas cuantas notas tras el dibujo, salió del bar y se encaminó hacia la chica que lo miró sin comprender qué hacía ahí.
Él estiró la mano y la tendió el dibujo antes de dar media vuelta y marcharse.

Un poco más tarde fue interrumpida por un hombre que, sin decir una sola palabra, la dio un trozo de papel en el cual estaba ella retrata; sonrió para sus adentros y miró al hombre (que ya se alejaba calle abajo) con la curiosidad asomando por ojos

Esa noche dejó para ellos: un dibujo, una sonrisa y una gran nevada, nada más salvo unas tremendas ganas de volverse a ver y de inspirarse mutuamente, ya fuese bajo la nieve (a pesar de que él no soportaba el frío) o tomando un café (a pesar de que a ella la parecía demasiado amargo para sus historias).




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