Aviones de papel, barcos de vapor 13

Se dejó caer en la arena mientras el agua mojaba sus pies y suspiró antes de posar su vista en el horizonte: aquel que tantas veces soñaron con atravesar.
Otro suspiro.
Aún podía recordarlo con claridad: el tacto de su piel, el sabor salado de sus labios, su sonrisa... Y ese miedo infinito al cielo (tan infinito como su adorado océano).

Sólo eran dos locos persiguiendo un sueño imposible, pero aún así ella se podría haber pasado la eternidad acurrucada entre sus costillas escuchando los acelerados latidos de su corazón. Y él podría haber sido capaz de volar hasta el infinito si ella seguía cogida de su mano. 
- ¿Por qué tuviste que marcharte? - dijo entre sollozos y con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
Se levantó y echó a caminar, introduciéndose mar adentro, dejando que el vaivén de las olas se llevara sus lágrimas, esperando que con ellas se fuera también su pena (aunque lo dudaba).
- ¿No odiabas tanto el cielo?
No podía aceptar que estuviera muerto. Pero así era. Y al final fue él el que salió volando. Desde entonces ella miraba al cielo esperanzada, deseando que llegase un pájaro de alas rotas y con miedo a las alturas.
Pero ese pájaro nunca llegaba y a ella sólo la quedaban los recuerdos.


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