Aviones de papel, barcos de vapor 26

- Se me va a hacer muy raro no verte por la playa estos días.
- Tú nunca te acercas a la playa de todas formas - dijo Marinero atando los últimos cabos del barco - siempre acabas llena de arena, cosa de odias.
Aun no se había percatado de que ella se había acercado al muelle para verle trabajar infinidad de veces. "Será tonto", pensó para sus adentros "pero mi tonto al fin y al cabo".
- Aun así será... extraño - respondió antes de besarle - te echaré de menos - otro beso.
- En nada estaré de vuelta - reprochó, algo sonrojado - y no te dará tiempo a echarme de menos, llamaré todos los días y volveré en seguida.
Chica Pájaro sonrió, otra vez conseguía que el chico se sonrojara y además había conseguido que se comprometiera a llamar todos los días. Él quedó maravillado por la curva de su boca, era preciosa. ¿Se podría uno enamorar de unos labios, de una sonrisa? Quién sabe, uno hace tantas cosas cuando está enamorado. Y dice tantas estupideces.

Chica Pájaro dejó sus pensamientos a un lado. Aun le dolía recordar aquella primera vez que estuvieron separados. Se alejó de la ventana donde había pasado la última media hora y se encaminó a la mesa de la cocina.
Pasado un rato, cuando la noche ya había llegado, salió a la calle con una carta atada a un globo que poco a poco, al soltarlo, fue ascendiendo hasta el cielo.

"Marinero, ya no recuerdo hace cuánto que te fuiste pero por primera vez desde que nos separamos me atrevo a escribirte. La verdad es que no tengo nada que decir pero supongo que te alegrará pensar que ya no duele, no tanto al menos. Ya es casi soportable ¿puedes creer que hoy he sonreido? Recuerdo que te encantaba mi sonrisa "la curva de mis labios" como la llamabas tú.
Te echo de menos."


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