Aviones de papel, barcos de vapor 27. Si se pudiera plasmar la pasión misma en una obra... Lo indescriptible...

Ella se preparaba para irse, ya casi estaba completamente vestida cuando Pintor la detuvo sujetando suavemente su mano.
La miró fijamente a los ojos y cuando Escritora intentó hablar la instó a no hacerlo con un movimiento de cabeza.
Ella volvió a pegar sus labios con expresión de extrañeza mientras él subía lentamente sus manos recorriendo los brazos de ella.
Tan suave le parecía su piel.
Llegó a sus hombros, se detuvó en la tira del sujetador y descendió por la espalda de ella hasta desabrocharlo.
Sujetador al suelo. Todo en silencio aun.
Disfrutó de la vista de los juveniles pechos, aquellos que tantas veces había llegado incluso a besar y que ahora no se atrevía a tocar. Alzó la vista y se topó con la mirada de ella, incrédula y excitada a la vez.
Rozó con suavidad uno de los pezones, ya erectos, y se deleitó con el gemido escapado de los labios de ella.
Si puediera atrapar uno de ellos en su dibujo. Si pudiera adueñarse de la expresión de su mirada por un instante y plasmarlo en su retrato.
Descendió por su tripa hasta desprenderla de sus pantalones y al fin acabó de desnudarla.
Si pudiera hacer hablar a lo que su lápiz dibujaba solo le permitiría interpretar la respiración agitada de ella y cada curva que hiciera el pincel sería un vaivén de sus caderas.
Un escofrió recorrió su espalda, fruto de la excitación creciente en sus pantalones.
Si pudiera plasmar la pasión misma en una obra... Lo indescriptible...
No pudo. Las musas no permiten tanto. No a él. No entonces.
Gozar.
Sí, eso era. Necesidad de gozar. De gozarse. ¿Qué importaba que la obra quedase incompleta, sin alma, sin pasión? El dibujo ya se haría a base de arañazos en su espalda, de gemidos en torno a las paredes, de labios enredados en besos, de dos cuerpos hechos uno. De pasión en carne y hueso.


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